Siguiendo la tendencia mundial, durante la década del 90 comenzó en Chile el boom de los edificios cubiertos por completo con vidrios espejados, presentándose como una solución arquitectónica moderna y vanguardista debido su valor estético y a la capacidad de reducir costos y tiempos de construcción. Al poco tiempo se convirtió casi en norma general en los barrios financieros de Santiago, sobre todo en los edificios de oficinas. De hecho, el reflejo de la ciudad sobre este material es una imagen icónica de estos barrios.
Sin embargo, con el paso de los años y debido a la preocupación global por el cuidado y respeto al medio ambiente, este tipo de construcciones fue sumando cada vez más detractores, principalmente por los altos costos energéticos que implica climatizar estos espacios. Además, se ha comprobado que aumenta la temperatura exterior por la reflexión de la luz, aportando a la generación de islas de calor de hasta 6°C más en zonas específicas de los barrios, lo que impacta en la vida urbana y de los ecosistemas existentes.
El vidrio posee característica especial que tienen directa relación con el sol. Aunque todo depende la calidad y características del cristal, se estima que de la radiación solar que impacta una ventana convencional, el 10% se refleja, otro 10% es absorbida por el vidrio, y un 80% ingresa al interior del edificio. Ésta, al impactar con cualquier superficie del interior, se transforma en calor generando un efecto invernadero. Si se le suma el calor generado por computadores, impresoras, iluminación y usuarios del edificio, el escenario es bastante adverso en términos de confort.
La única solución posible para permitir el funcionamiento del edificio, es un complejo sistema de climatización con un consumo muy alto de energía para aire acondicionado y calefacción. Y esto no asegura en ningún caso el confort interior de los ocupantes del edificio. Por ejemplo, es muy distinto estar cerca de las ventanas y recibir sol directo que estar cerca de la salida del aire climatizado. El confort térmico tiene directa relación con el estrés laboral y la productividad de una compañía, por lo tanto es un tema muy importante.
DISEÑO EFICIENTE
Frente a la necesidad de reducir los impactos ambientales y los consumos energéticos de las edificaciones, los diseños pasivos se presentan actualmente como una gran alternativa para mejorar la eficiencia y confort interior de cualquier proyecto.
Si bien se critica que muchas veces este tipo de diseños limita aspectos arquitectónicos y el uso de elementos como el vidrio, lo cierto es que se pueden lograr grandes obras siguiendo estrategias de diseño pasivo, las cuales requieren implementar una potente aislación térmica y un sistema de ventilación mecánica que renueve el aire interior en este tipo de edificios.
Y así como los vidrios absorben y dejan pasar el calor de los rayos del sol, las ventanas convencionales de este material son responsables del 30 al 60% de las pérdidas de energía en un edificio, por lo que se deben utilizar cristales con alto rendimiento térmico. Las estrategias de diseño pasivo no buscan evitar las ventanas, sino que proponen una distribución según las necesidades específicas de cada proyecto. De hecho, las ventanas son un elemento fundamental en el diseño pasivo, ya que permiten aprovechar la luz natural, minimizar el consumo eléctrico, captar energía en invierno y eliminar el sobre calentamiento en verano.
Un buen ejemplo de edificación que incorpora en su diseño altos estándares de eficiencia y que a la vez ha sido reconocido por su valor arquitectónico, es el edificio corporativo de Caja los Andes en Viña del Mar, a cargo de la oficina Lira Arquitectos Asociados, y cuyo proyecto de climatización fue desarrollado por la empresa EEChile. Este edifico actualmente postula a certificación LEED nivel Platinium.